martes, 30 de julio de 2013

Exánime I

La luz que iluminaba el paisaje era tenue y parecía que estaba siendo proyectada a través de un cristal diáfano. Un campo infinito de arboles sin hojas y ceniza se extendía en todas direcciones, incluso llegaba a las montañas que se distinguían a los lejos .No había caminos, ni casas,ni animales, ni señal alguna de otra persona, solo él y ese marchito paraje. Los troncos de los arboles estaban podridos y de las grietas que los recubrían, manaba una sangre negra que se aglomeraba. Comenzó a caminar y durante mucho tiempo solo vio ese desierto.
Sorteó todas las dunas y montañas y a lo lejos divisó una nube. Era brillante y estaba justo en el borde del horizonte. Corrigió su rumbo y continuo con su eterna marcha. La nube se hacia mas grande y comenzaba a dejar ver su interior. Primero vislumbró unas manchas rectas tan altas como la nube. A medida que se aproximaba a la nube, las manchas se iban detallando y cuando consiguió identificar lo que eran, apretó la marcha. Los edificios fueron apareciendo como fantasmas, con un manto de vapor que se adhería a ellos como una telaraña. Ya se encontraba a poca distancia, pero no le hizo sentir mejor. Cada paso que daba hacia crecer a los edificios en numero y altura. Casi podía tocar el primer edificio cuando lo escuchó. Un susurro reptó a sus oídos estremeciéndolo. Los gritos que ese viento maldito había retenido durante tanto tiempo hicieron que sus rodillas se doblasen, obligando lo a caer. Seguía estando solo, pero eran gritos de personas. Persiguió los sonidos entre los edificios, adentrándose cada vez mas en la nube. Una pared apareció delante de él. Al girarse se percató de las otras paredes que lo rodeaban y en la puerta que se encontraba en la pared de enfrente. El picaporte giró y la puerta se abrió acompañado de un sonido leve. La silueta blanca se mantenía inmóvil debajo del marco, dando la espalda a la oscuridad. Él intento moverse, pero la silueta ya lo tenía agarrado por el brazo y lo llevaba hacia la puerta. No hizo ningún esfuerzo por resistirse y en un segundo, las tinieblas lo acogieron.
En el medio de aquella pegajosa negrura, se alzó. La mujer extendió ambos brazos, haciendo que la oscuridad se evaporase. Él no podía abrir los ojos por la luz cegadora que desprendía aquella mujer...